Basada en la novela homónima de
James Sallis, Drive da la impresión de ser una película de acción MichaelBay-esca, por el tema de los coches rápidos y el conductor experto que puede hacer cualquier maniobra sin que se le despeine un solo cabello. Uno se espera persecusiones, acrobacias y explosiones, una historia medio boba, y a Ryan Gosling salvando a todas las mujeres de la ciudad y haciéndolas enamorarse de él con su voz de terciopelo y su cara de cachorro. Pero no, Drive ofrece algo diferente. Tiene una buena historia, excelentes actuaciones de Ryan,
Carey Mulligan, Brian Cranston (recientemente ganador del Globo de Oro por Breaking Bad), y claro que el mismísimo Hellboy,
Ron Perlman. Y más que acción, que si la tiene, es una película dramática con escenas de violencia explícita.
El conductor, que nunca sabremos como se llama, trabaja de medio tiempo como stunt de acrobacias para películas de Hollywood, el otro medio tiempo trabaja arreglando autos en la mecánica de Shannon (Brian Cranston), pero de noche es un conductor de escape para criminales, donde sus reglas son: nunca trabajar dos veces para la misma persona y solo esperarlos cinco minutos para completar sus robos.
Esta película tiene un aire ochentero. Lo que más me viene a la mente son los créditos en rosa con tipografía tipo Flashdance, y el score de algunas ecenas. También el vestuario y los escenarios tienen tintes ochenteros.
El conductor es un personaje callado, solo habla cuando lo necesita, al principio se nota frío y distante, pero al pasar la película nos va dejando ver el tamaño de su corazón e inmediatamente quieres saber más de él, de su historia, sus orígenes. Ryan Gosling hace un buen trabajo.
Por otro lado está Irene, interpretada por Carrey Mulligan. Ella es la vecina bonita del conductor que coquetea un poco con él en el elevador de su departamento, a pesar de tener a su esposo en prisión y un hijo pequeño de él.
Irene y el conductor, se hacen cada vez más cercanos, pero por circunstancias ajenas a ellos no pueden estar juntos.
Drive es una película bastante recomendable para ver en casa, un sábado o domingo por la noche, solo o acompañado.
Prepara tus palomitas, y prepárate para ver a Ryan Gosling ponerse violento.